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Miedos anclados

Miedo a dejar a miles de kilómetros
una casa,
dos trabajos,
una iglesia,
dos familias,
algunos amigos
y una bonita etapa.
Miedo a que el frío del océano
entre América y Europa
congele relaciones tan calurosas
como el sol de Madrid en verano.
A que la vida de los míos cambie
y yo no esté presente para
celebrar o llorar.

Miedo a un futuro cercano
tan diferente y extraño.
Miedo a lo indefinido
a lo no concretado.
A cambiarlo todo
y salir defraudado.
A la añoranza,
la soledad.

Miedos que amarro
y lanzo al fondo del mar
donde quedan anclados.
El que va conmigo
es un Dios que no me
suelta la mano.
Que me regala mil promesas
y al oído me susurra:
«Mi vida, no temas,
estoy justo aquí
a tu lado».

Y así mis miedos
son en valor transformados,
de alegría y paz irán
acompañados.
Un nuevo camino empieza,
junto a mi amado
llenaré las maletas
de zapatos de firmeza
que aplasten la inseguridad,
pantalones de aventura
con bolsillos llenos
de humor anti-agobios
e imprevistos,
camisetas diseñadas
con los colores de la felicidad
para que el espejo me recuerde
que la curva de mi sonrisa
no debe desmayar
y gafas solares
con graduación de confianza
en el Dios que jamás nos abandonará.